jueves, 25 de abril de 2013

Perlas de un suspiro fresco en la brisa de la noche


Entrada la noche recuerdo ese suspiro tuyo, donde lo has dejado y en el que después has partido. Radiantes memorias que brotan en el verde pasto de mis pensamientos, palomas blancas revolotean y me traen de nuevo en la noche esa ilusión.

Pequeña Portadora de Luz, tan grácil y ardiente, tan fresca y vivaz, dama del brillo que ofusca la oscuridad. Nuestras miradas se entrelazaron y mis ojos desean seguir observando.

Tu ahora te vas así como llegaste, enigma de voz, aullido de pasión, tornados de represión me retuercen, este sentimiento vivo queria arder dentro de tu candor, poseyendo tu alcoba de pasión y liberando mi agobiado calor.

Y aqui estoy yo, oasis fulgurante de palmeras celestiales atenuando sus formas al cielo eterno, reside, ven, acércate, que el desierto continuará, el dolor no cesará, es el camino que tienes que recorrer y sabes que así es como será.

Un cuaternario de días gozados cerca de ti, rodeado de tu dolor, de tu pasión, de tus aromas que abrazan las extremidades de mi ser. Días y días en los que no supe que sucedía ni como actuar, solo deseo que nunca desaparezcan de mi recordar.

En los albores del tiempo, flores de sol que irradian amor entre las estrellas radiantes de la eternidad, estaremos siempre juntos tan cercanos como no pudimos, tocándonos como lo hicimos, tan cerca como aquellas cálidas y largas noches en las que el deseo vibró.

Y en un baúl intocable quiero guardar todo esto, que permanezca ahí, inalterable en el tiempo,
inalcanzable para la fugaz memoria, siempre tu guardada y sensible en mi.
¡Te llevo ya!
Mi piel transpira tu aliento
con el que tantas veces me cobijó
tu pequeña y dulce boca.

Serge Anton

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